lunes, 22 de agosto de 2011

A pesar de la brutalidad y las muertes en el ring


Por Andrés Pascual



       Si la pelea Pacquiao-Mayweathers j. se celebrara, por lo menos 80 millones de dólares pondrían a la disposición de ambos boxeadores como recompensa por lo que se ha pretendido imponer como “el más grande starbout de la historia”…Una despiadada barbaridad.

       La primera gran bolsa ganada por Sugar Ray Robinson fue de 6,000 dólares en 1941, buenos para rentarle un amplio apartamento a su madre en una céntrica esquina de Harlem.

       Sin embargo, cuando falleció, después de colapsar en su esquina en pleito titular el 20 de noviembre del 2008 contra Teo Kennedy en Filadelfia, a los familiares de Paco Rodríguez le pagaron la ridiculez de 6,500 billetes verdes…Una miserable insolencia, no solo porque fue el precio en que tasaron la vida de un hombre; sino porque, los familiares del gladiador caído, previo deseo expreso de este, donaron sus órganos como gesto del más alto humanismo posible al alcance de la mano.

       Las muertes en el ring, las secuelas posteriores al retiro como marca registrada de la brutalidad de este deporte, al que muchas “personalidades” se arriesgan a llamar “bárbaro” solo porque no les gusta como disciplina unas veces; otras, porque no tienen forma de entrar al circuito de “ordeñadores de la vaca”, siempre han sido una amenaza para la continuidad legal del boxeo; sin embargo, hace más de dos años Bryant Gumbell, del programa Real Sports de la cadena de cable HBO, analizó un estudio hecho en California sobre la cantidad de contusiones cerebrales que se producen en la niñez y en la juventud y pasan supuestamente inadvertidas, o a propósito, cuando golpean con la cabeza una pelota de balompié.

       Las lesiones en el fútbol americano son una barbaridad, ahora ¿Por qué razón tienen menos atención mediática que las del boxeo? Sencillamente, porque las fuerzas motrices y poderosas detrás del balompié y del fútbol americano se encargan de poner a buen recaudo la lesión crónica y las secuelas en sus deportes, en contubernio con el circuito educacional.

       El pugilismo no tiene el poder financiero ni publicitario ni, mucho menos político, que el balompié mundial, que el beisbol, que el baloncesto o que la NFL estadounidense, eso no puede dudarlo nadie; entonces, tampoco tiene de protector al Gobierno por medio de la Secretaría de Educación, porque al boxeo no lo rigen desde Estados Unidos solamente y eso es un problema para todo, incluso para lograr seguros médicos o fondos de pensiones patrocinados y garantizados por un organismo único que, ahora, por la reciente aparición de la Junta Mundial, se ve más disminuido y confuso con otro grupo agregado al rosario que existía.

      Al boxeo le han hecho ajustes para “humanizarlo” desde principios de los 50’s, con incremento de las medidas desde la muerte de Benny Paret en 1962 y otras durante los últimos tiempos, al extremo de que el nocao flat desapareció ante el nocao técnico, muchas veces decretado apresuradamente, en contra de la posible recuperación del boxeador golpeado, lo que refleja el miedo de los referís a que se produzca una fatalidad en su turno de trabajo.

      Sin embargo, continúan las violaciones en los chequeos médicos, sobre todo con peleadores negros o mejicanos, tanto en una Costa como en la otra de Estados Unidos.

     La petición universal, “vox populi”, es que este deporte necesita intervención gubernamental; pero no es patrimonio de Norteamérica, por lo que es imposible que pueda ocurrir con carácter global, ya que este país no puede hacer nada en Hamburgo o en Kiev, por ejemplos.

      Lo que no puede suceder es que, violaciones de ética y reglas, a la distancia de 25 años, se repitan, como la masacre de Billy Collins el 16 de junio de 1983, cuando al trainer Panamá Lewis se le ocurrió la infeliz idea de retirar relleno de los guantes del boricua Luis Resto, muy inferior a Collins, con el resultado de que lo desfiguró por la golpiza con, más que manos enguantadas, hachas filosas de encargo mortal. Fantasma que regresó para demostrar que la supervisión debe ser más estricta y meticulosa, al fallar con los guantes de Antonio Margarito que, a petición de la esquina de Shane Mosley, fueron descubiertos antes de que cometiera una carnicería.

     Son hechos que conspiran contra el boxeo que, a pesar de todo, los ha asimilado hasta continuar su rumbo más o menos exitoso; aunque nunca como durante la Edad de Oro. Lo peor de hoy es la manipulación de viejos y nuevos “zorros del oficio”, designio fatal de factura humana que, cada día, todo cuanto hacen por desprestigiarlo parece poco. Este deporte está en peligro de extinción y nadie sabe si queda tiempo ni cuánto para proteger su especie…
















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